Finalmente llegó la fecha deseada, después de
algo que empezó hace unos meses como una idea lejana de cuatro zumbaos que
querían correr un maratón pero no sabían muy bien como lo harían. Algunos de
ellos se quedaron por el camino (Jordá y Llopis) por distintos motivos y porque
esta prueba te pide una dedicación que a veces no puedes llevar. Pero sé que
otro año la volveremos a preparar y ese día sí estaremos allí los tres (incluso
tal vez Joju) en la línea de salida dispuestos
a comernos uno por uno los 42.195m de este maravilloso calvario.

La carrera era el domingo, pero allí
estábamos los cuatro (Llopis, Eva, Joju y yo) el sábado para disfrutar un poco
del ambiente pre-carrera y de la maravillosa ciudad de Barcelona. Todo muy heavy
por allí, centenares de personas recogiendo dorsales y visitando la Feria a las
14.30 de la tarde, de ahí a comer y por la tarde un poco de turismo con teatro
incluido. Más tarde ya en casa y siguiendo el ritual de cenar pizza cuatro
quesos, la afición me da los últimos
ánimos/consejos, ellos fueron los primeros que me hicieron creer que podía
bajar las 3 horas aunque tal vez ni ellos mismos lo creyeran al decírmelo
jajaja. Así que todo está bien, me enseñan una pancarta que han hecho para la
ocasión, me da un poco de vergüenza y me
doy cuenta de que a ellos también les importa tanto como a mí, les digo que
estoy nervioso pero es un nerviosismo positivo, con ganas de hacerlo bien (y
más después de lo de la pancarta).

Suena el despertador a las 6:40 bffffff
“cinco minutos más mami…”. A las 7 en pie, me hago las tostadas y el zumo y
poco a poco veo como se van levantando los demás, seguro que tienen ganas de
darme una colleja por hacerles esto, lo veo en sus ojos (del que los puede
abrir). A las 8 dejamos el apartamento, la salida esta a cinco minutos así que
no hay problema, nos hacemos unas fotitos en la salida, últimos abrazos y
ánimos y los cuatro nos separamos convencidos de que lo conseguiré y bajaré de
las 3h.

Ya estoy en la salida, me voy al cajón que me
corresponde (3h – 3h15m) y ya me sorprende lo espacioso que es. Tenemos sitio
de sobra para calentar así que hago unos ejercicios mientras empieza a llover un poco, pienso que
me gustaría un poquito de sol pero recuerdo los partidos lloviendo en el poli y
me convenzo de que me sentará bien. Poco antes de dar la salida veo una mujer
con una pancarta: “no te dije que fuera fácil, te dije que valdría la pena”, me
quedo con ella y la incorporo al disco duro para cuando las cosas vayan mal.
Salimos rápidamente y no hay problema de
atascos, intento buscar a mis fans entre la gente en la salida, pero sin las
gafas es imposible y aquello esta a reventar de gente, total que concentración
y a hacer camino. Los primeros km se me hacen un poco raros ya que no consigo adaptarme
bien al ritmo de 4:15 que quiero llevar, hasta que al final en el km 7 lo
consigo, veo que la liebre de las 3h no me alcanza y me dejo llevar tranquilo en ese ritmo. Al llegar al km 11
esta vez sí, veo a la afición que me grita desde ambos lados de la calle, han
hecho un buen despliegue para verme pasar por ese punto y despedirse, ya no los
volveré a ver hasta el final.

De los diez km siguientes no recuerdo gran
cosa, pasamos por la Pedrera y la Sagrada Familia pero yo iba concentrado en el
ritmo y no dejaba pasar ni un avituallamiento. Al paso por medio maratón nos
cruzamos con los primeros en la meridiana, me da envidia verlos con esos ritmos
y me gustaría ir más pero enseguida bajo de las nubes y continuo la marcha.
Paso el medio maratón en 1h 30m oficial y miro mi reloj para comprobar que voy
realmente en 1h 28m y pico, de momento voy cumpliendo los intermedios, lo que
me da confianza. A partir de ahí dejo de mirar el relojito, llámalo pereza,
pero es que estaba hasta el gorro de ir contando mentalmente minutitos a cada
km. Sé que voy bien y no me hace falta saber más, estoy confiado en poder
mantener ese ritmo hasta el final. De ahí al km 30 las sensaciones son
extrañas, un km me siento pesado y al siguiente estoy bien, voy alternando kms
con esas sensaciones. Aquí sí que empiezan a llegar los primeros
avituallamientos sólidos, tomo un poco de todo y doy gracias de que allí no haya
cámaras grabando, parezco el monstruo de las galletas intentando zamparme un
simple trozo de naranja, y de lo de destapar los geles ni hablamos…
Dejamos la Diagonal en el km 30 y nos
dirigimos hacia la zona de la playa que hacemos prácticamente sin público. Allí
veo a un veterano que lleva buen ritmo, entonces decido salir del ritmo que
llevo y seguirlo a él. Llegamos al km 32 e intento imaginarme en una 10k que
acaba de empezar, pero no consigo relajarme, vamos lanzados con ese ritmo y ya
no hay vuelta atrás. En el km 35 nos empieza a pasar poco a poco un francés
bajito y finito que va un puntito más que nosotros, así que no hay más, subo
otra marcha y me voy con él. El ritmo de ahora es muy exigente y más a la
altura de carrera que estamos, pero no me encuentro mal del todo y el chaval y yo nos venimos arriba, incluso
cruzamos cuatro palabras en castellano para motivarnos hasta el final.
Pasamos el km 36 y llega uno de los momentos
más emocionantes de la carrera, dejando atrás el Parc de la Cuitadella, subimos
hacia el Arc de Triomf. Como he comentado antes venimos de la zona del litoral
donde no había casi público, y subiendo hacia el Arc de Triomf empezamos a oír
voces. Sin darle importancia seguimos subiendo, pero conforme nos vamos acercando al monumento el
ruido aumenta. Seguimos subiendo poco a poco hasta pasar bajo el Arc de Triomf y girar enseguida a la
izquierda, entonces es cuando se te pone la piel de gallina, el ruido se
convierte en un clamor ensordecedor, la calle (Ronda Sant Pere) está hasta los
topes de gente que no para de gritar palabras de ánimo a todos. A partir de
ahí, ya no nos abandonarán hasta el final, oigo gritos de gente con mi nombre y
no lo acabo de entender, seré el corredor seiscientos y pico que pasa por ahí y
no me conocen de nada, pero ellos no paran “vamos Óscar!” “ànim que ja queda
poc!”. Claro así uno se viene arriba y me dejo al francés para irme a la mía,
hago los km del 35 al 40 escopeteao, ya no pienso. En el siguiente
avituallamiento lo único que hago es tirarme el agua por encima, ni pararme a
beber ni historias, es hora de vaciarme hasta el final. Allá por el km 38 veo a
Jordi Camarasa por delante y me acerco hasta él, sé que le gusta hacer las
carreras fuerte al principio y aguantar al final, así que nos saludamos con
unas frases de ánimo y seguimos cada uno nuestro camino.
Llego al km 40 avinguda Paral-lel dirección
Plaça Espanya, y llega el famoso muro. Pero no es un muro solamente de
cansancio, es que esos dos km (del 40 al 42) son en ascenso, no sé qué
porcentaje de pendiente, pero en ese momento me parece el Tourmalet. Veo el
monumento de la Plaça Espanya allí al fondo, pero está lejísimos y noto que se
me va a hacer largo. Oigo a mi lado “vamos que quedan 10 minutos!”, pero ya voy
con el gancho, la cabeza gacha mirando al suelo
y cuando la levanto no veo nada, sólo la plaza al final, a la que parece
que no me haya acercado ni un metro. Paso el 41 y en vez de respirar voy
gruñendo, ese último km se me ha hecho muy largo y no quiero ni pensar como se
me hará este. Toda esta subida me recuerda ahora un poco a las subidas del
Tour, la gente animando y apretándose contra los corredores, y unos metros
antes del 42 las vallas abren un espacio amplio a los corredores, llego allí
con la respiración completamente descompasada pero ya sólo me queda curva a la
izquierda y llegada a meta. Y al girar y ver la meta me indigno, el crono marca
2:59:40 y me quedan 195 metros más, me obligo a dejar el crono por debajo de 3h
así que pego el último sprint (que en realidad fue un pequeño cambio de ritmo),
aprieto los dientes y tiro a tope. Al final creo que paso en 3:00:01 o así,
pero me da un poco igual porque no hubiera podido ir ni un segundo más rápido.

Al pasar la meta empiezo a caminar e
inmediatamente las piernas que advierten que he acabado un maratón, noto que
los gemelos se me suben al cogote, así que sigo caminando unos metros más, al
final me tumbo y empiezo a estirar mientras me recupero. En ese momento me
encuentro con Jordi, nos felicitamos porque todo ha salido genial, hemos
acabado un maratón y estamos eufóricos. Nos damos cuenta de que somos un poco bestias, hace un mes estábamos
flipando por haber hecho 35k a 4:22 min/km, hoy hemos hecho 42k a 4:13 min/km , lo dicho: animales de bellota.
Mientras comentamos las mejores jugadas,
vamos a hidratarnos y a buscar a las respectivas aficiones. Los encuentro y
todo son felicitaciones y abrazos, no los he visto al llegar a meta, pero es
que no veía nada de lo cansado que estaba! La carrera ha sido buenísima, pero
lo mejor es poder compartirla con ellos. Les cuento, me preguntan, comentamos
sensaciones, vemos mis pies con rozaduras etc. Nos vamos para casa y voy
pensando que recuerdo casi cada metro de la carrera, tengo la cabeza llena de
imágenes, sensaciones, recuerdos, es un poco inexplicable. Yo, que siempre veía
las reacciones de la gente cuando acababa un maratón de manera un poco
escéptica, que sus comentarios eran un poco exagerados… descubro lo grande que
es esta prueba y me voy pa casa más contento que unas pascuas, y de paso les
advierto a mis compañeros con una sonrisa, que la crónica será larga.

Dos días más pasamos en
Barcelona y nos dio tiempo a hacer otro maratón encubierto de lo mucho que
pateamos, eso sí, ahora ya estaba todo el equipo y fue mucho más fácil.
Si has llegado hasta aquí, enhorabuena! Solo quiero decir una cosa más. Si estás
viendo una carrera, anima a los corredores! Aunque sea el corredor 12.345 y ya
hayas animado a los 12.344 anteriores, no pares, no sé si sabéis la fuerza que
puede tener vuestros gritos de ánimo (aunque sea a un desconocido). Cuando
todas las luces se apagan, tu grito puede darle a alguien fuerzas que cree que
ya no tiene, di que te lo digo yo.
Y para los que piensen en hacer una maratón,
os digo lo que decía la mujer de la pancarta al inicio de la carrera: “no te
digo que sea fácil, te digo que vale la pena”.